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Heracles: Conoce su historia y hazañas (Hércules): el más grande de la mitología griega

Heracles, conocido también por su nombre romano Hércules, es indudablemente uno de los héroes más reconocidos y celebrados de la mitología griega.

Su nombre es sinónimo de fuerza, valor y superación de desafíos insuperables, y su historia ha sido contada y recontada a través de generaciones, trascendiendo fronteras y culturas.

Heracles ; Hércules

Origen de Heracles

Heracles era hijo de Zeus, el rey de los dioses, y Alcmena, una mujer mortal. Desde su nacimiento, Heracles fue objeto de los celos y la ira de Hera, la esposa de Zeus.

Hera intentó matarlo cuando todavía era un bebé, enviando dos serpientes a su cuna. Sin embargo, el joven Heracles, demostrando una fuerza sobrehumana, estranguló a las serpientes.

Atributos de Hércules

Heracles es más conocido por su fuerza sobrehumana, que es el atributo más destacado en casi todas las historias sobre él. También era famoso por su valentía y su habilidad para superar cualquier desafío, no importa lo insuperable que pareciese.

Sin embargo, Heracles no era solo fuerza bruta. También era astuto y estaba dotado de una gran resistencia.

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Mitos Asociados a Heracles

Existen muchas y variadas historias sobre Heracles, pero sin duda, la más famosa es la de los Doce Trabajos. Heracles mató a su esposa e hijos en un arranque de locura, y como castigo, tuvo que servir al rey Euristeo durante doce años. Durante este tiempo, completó doce tareas aparentemente imposibles.

Desde matar al león de Nemea y capturar al jabalí de Erimanto, hasta robar las manzanas de las Hespérides y capturar al perro de tres cabezas Cerbero del inframundo, Heracles completó cada tarea, asegurando su lugar como el mayor héroe de la mitología griega.

Los doce trabajos de Heracles

Heracles, un nombre que resuena con fuerza y valentía, es un personaje icónico de la mitología griega. Este héroe, conocido por su fuerza sobrehumana, es famoso por los Doce Trabajos que realizó como penitencia por sus acciones pasadas.

Matar al león de Nemea

Hércules tuvo que enfrentarse al temible León de Nemea, una bestia monstruosa que aterrorizaba a los habitantes de la región. El león tenía una piel tan dura que ninguna arma mortal podía herirlo, y unas garras tan afiladas que podían cortar cualquier armadura.

Hércules lo persiguió hasta su guarida, una cueva con dos entradas, y tapó una de ellas con una gran piedra. Luego entró por la otra y se encontró cara a cara con el león, que rugió furioso y se abalanzó sobre él.

Hércules esquivó sus ataques y le lanzó sus flechas, pero estas rebotaron en su piel sin hacerle daño. Entonces, Hércules arrojó su arco y su espada y se lanzó sobre el león, agarrándolo por el cuello con sus poderosos brazos.

El león se debatió con fuerza, pero Hércules no lo soltó y lo estranguló con sus propias manos. Así, Hércules demostró su ingenio y su fuerza, y cumplió el primer trabajo que le había encomendado el rey Euristeo. Luego, le quitó la piel al león y se la puso como capa, para usarla como protección y como símbolo de su victoria.

Matar a la hidra de Lerna.

Hércules debía matar a la Hidra de Lerna, un monstruo reptiliano de varias cabezas que exhalaba un aliento fétido y mortal.

La Hidra era hija de Tifón y Equidna, dos terribles criaturas que desafiaron a los dioses. Vivía en un pantano cerca de Lerna, una antigua ciudad de la Argólida, y aterrorizaba a los habitantes de la región. Hércules se dirigió al lugar donde se ocultaba la Hidra, y la hizo salir con sus gritos y sus flechas.

Entonces, comenzó a luchar contra ella, cortándole las cabezas con su espada. Pero cada vez que le cortaba una cabeza, brotaban dos nuevas en su lugar, haciendo que la Hidra fuera cada vez más grande y peligrosa. Además, una de sus cabezas era inmortal, y no podía ser cortada por ninguna arma.

Hércules se vio en apuros, y pidió ayuda a su sobrino Yolao, que lo acompañaba en su viaje. Yolao tuvo una idea: incendiar el bosque cercano, y usar los tizones para cauterizar las heridas de la Hidra antes de que pudieran regenerarse.

Así, Hércules y Yolao lograron detener el crecimiento de la Hidra, y Hércules pudo cortar la cabeza inmortal con su espada, y enterrarla bajo una gran roca. Luego, empapó sus flechas en la sangre de la Hidra, que era venenosa, y las usó para dar el golpe final al monstruo.

De esta manera, Hércules cumplió el segundo trabajo que le había encomendado el rey Euristeo.

Capturar a la cierva de Cerinea.

Hércules debía capturar para Euristeo a la Cierva de Cerinea, un animal de gran belleza y rapidez, que tenía cuernos de oro y pezuñas de bronce.

La cierva era sagrada para la diosa Artemisa, la diosa de la caza y de los animales salvajes, que la había criado desde pequeña y la había dejado suelta por los bosques.

Hércules no podía matar a la cierva, sino que tenía que atraparla viva y llevarla ante Euristeo. Pero la tarea no era fácil, pues la cierva era muy esquiva y veloz, y podía recorrer grandes distancias sin cansarse. Hércules la persiguió durante un año entero, siguiendo sus huellas por toda Grecia, Tracia y Escitia.

Finalmente, la alcanzó en el monte Artemisio, donde la cierva se detuvo a beber de un río. Hércules le disparó una flecha que le rozó una pata y la hizo cojear. Luego, corrió hacia ella y la sujetó por los cuernos.

La cierva se resistió y trató de escapar, pero Hércules la calmó con palabras suaves y la cargó sobre sus hombros. En ese momento, apareció Artemisa, furiosa por el ataque a su animal favorito. Hércules se disculpó ante la diosa, y le explicó que solo cumplía las órdenes de Euristeo, que le había impuesto los doce trabajos como castigo por haber matado a su familia.

Artemisa, que conocía la historia de Hércules y sentía compasión por él, aceptó sus disculpas y le permitió llevarse a la cierva, con la condición de que la devolviera sana y salva. Así, Hércules cumplió el tercer trabajo que le había encomendado el rey Euristeo.

Capturar vivo al jabalí de Erimanto.

Hércules debía capturar para Euristeo un jabalí que vivía en Erimanto, una montaña de Arcadia. El jabalí era una bestia feroz y enorme, que causaba estragos entre los cultivos y el ganado de los habitantes de la zona. Hércules se dirigió a la montaña, donde se encontró con el centauro Folo, que lo recibió amablemente y le ofreció comida y vino.

Sin embargo, el olor del vino atrajo a otros centauros, que eran salvajes y violentos, y que atacaron a Hércules, pensando que quería robarles su bebida. Hércules se defendió con sus flechas envenenadas con la sangre de la Hidra, y mató o hirió a muchos de ellos.

Los centauros supervivientes huyeron a la cueva de Quirón, el maestro de Hércules, que también resultó herido accidentalmente por una flecha de su discípulo.

Quirón, que era inmortal, sufrió un dolor insoportable, y pidió a Zeus que le permitiera morir a cambio de liberar a Prometeo, el titán que había robado el fuego a los dioses. Zeus accedió, y así Quirón se sacrificó por Prometeo, y Hércules perdió a su mentor.

Después de este trágico incidente, Hércules reanudó su búsqueda del jabalí, y lo encontró en una zona nevada de la montaña. Hércules se dio cuenta de que no podía enfrentarse al jabalí directamente, pues era demasiado fuerte y peligroso.

Entonces, tuvo una idea: lo persiguió y lo hizo correr sobre la nieve, aprovechando su mayor resistencia y velocidad. El jabalí se fue cansando poco a poco, hasta que no pudo seguir el ritmo de Hércules.

Entonces, Hércules lo atrapó con una red, lo ató con cuerdas y lo cargó sobre sus hombros. Así, Hércules demostró su astucia y su fuerza, y cumplió el cuarto trabajo que le había encomendado el rey Euristeo.

Heracles y las Aves del Estínfalo

Hércules debía expulsar para Euristeo a las Aves del Estínfalo, unas aves carnívoras y metálicas que vivían en el lago Estínfalo, en Arcadia. Estas aves tenían picos, garras y plumas de bronce, que podían lanzar como flechas contra sus presas.

Además, su excremento era venenoso y contaminaba la tierra y el agua. Las aves eran hijas de Ares, el dios de la guerra, y de la ninfa Estínfale, y habían sido criadas por el gigante Tifón. Hércules llegó al lago Estínfalo, pero no sabía cómo hacer salir a las aves de su escondite.

Entonces, recibió la ayuda de Atenea, la diosa de la sabiduría, que le dio unos crótalos de bronce, unos instrumentos musicales que hacían un ruido ensordecedor. Hércules los golpeó con fuerza, y el estruendo asustó a las aves, que salieron volando del lago.

Hércules aprovechó la ocasión y disparó sus flechas contra ellas, logrando matar o ahuyentar a la mayoría. Así, Hércules cumplió el quinto trabajo que le había encomendado el rey Euristeo.

Domar al toro de Creta

Heracles recibió el encargo de Euristeo de capturar al Toro de Creta, un animal monstruoso que el rey Minos había dejado suelto por la isla.

El toro era una ofrenda que Poseidón le había enviado al rey, pero este se negó a sacrificarlo y lo sustituyó por otro. El dios del mar, enfadado, hizo que el toro se volviera loco y causara estragos en la población.

Heracles navegó hasta Creta y se enfrentó al toro. Con su gran fuerza, logró sujetarlo por los cuernos y lo montó hasta que lo domó. Luego lo ató con una cuerda y lo llevó en su barco de vuelta a Micenas.

Euristeo quedó impresionado por la hazaña de Heracles y le permitió soltar al toro, que vagó por Grecia hasta que Teseo lo mató en Maratón.

Limpiar los establos de Augías

Heracles se presentó ante Augías, el rey de Élide, y le propuso limpiar sus establos a cambio de una décima parte de su ganado. El rey aceptó, sin saber que se trataba de uno de los trabajos impuestos por Euristeo. Los establos albergaban a miles de animales y no se habían limpiado en treinta años, por lo que estaban llenos de estiércol y suciedad.

Heracles no perdió el tiempo y se dirigió a los ríos Alfeo y Peneo. Con su fuerza sobrehumana, abrió una brecha en las orillas de los ríos y los desvió hacia los establos.

El agua arrastró toda la inmundicia y dejó los establos relucientes. Heracles cerró la brecha y devolvió los ríos a su cauce. Así, cumplió el trabajo en un solo día, para sorpresa de Augías y de Euristeo.

Robar las yeguas de Diomedes

Heracles viajó hasta Tracia, donde reinaba Diomedes, el hijo de Ares. Este rey tenía unas yeguas feroces que devoraban a los extranjeros que llegaban a su reino. Euristeo le ordenó a Heracles que se las robara y se las trajera a Micenas.

Heracles llegó al establo donde estaban las yeguas y las soltó de sus ataduras. Luego, las condujo hacia el mar, donde tenía su barco. Pero las yeguas eran tan salvajes que no se dejaban llevar fácilmente.

Heracles tuvo que luchar contra los hombres de Diomedes, que salieron en su defensa. El héroe mató al rey y le dio su cuerpo a las yeguas, que se lo comieron. Así, las calmó y las pudo embarcar.

Heracles navegó con las yeguas hasta Micenas y se las entregó a Euristeo, que las encerró en un corral. Pero las yeguas no se adaptaron a su nuevo hogar y se escaparon. Finalmente, fueron devoradas por las fieras del monte Olimpo.

Robar el cinturón de Hipólita.

Euristeo le pidió a Heracles que le trajera el Cinturón de Hipólita, un regalo que la diosa Hera le había hecho a la reina de las Amazonas. Este cinturón era un símbolo de poder y autoridad entre las guerreras, que vivían aisladas de los hombres.

Heracles navegó hasta la isla de las Amazonas y se encontró con Hipólita. La reina quedó impresionada por el valor y la fuerza de Heracles y le ofreció el cinturón sin resistencia.

Pero Hera, que odiaba a Heracles, se disfrazó de una amazona y sembró el pánico entre las demás. Les hizo creer que Heracles había secuestrado a su reina y las incitó a atacarlo.

Heracles tuvo que luchar contra las Amazonas, que lo rodearon con sus flechas y sus lanzas. En el combate, mató a Hipólita y se apoderó del cinturón. Luego, escapó de la isla con su barco y regresó a Micenas, donde entregó el cinturón a Euristeo.

Robar el ganado de Gerión.

Euristeo le encomendó a Heracles que le trajera el Ganado de Gerión, un rebaño de vacas rojas que pertenecían a un gigante de tres cuerpos y tres cabezas. El ganado estaba custodiado por un pastor llamado Euritión y un perro de dos cabezas llamado Ortro.

Heracles viajó hasta la isla de Eritia, donde vivía Gerión. En el camino, tuvo que atravesar el desierto de Libia, donde hizo brotar una fuente con su arco y flechas. También tuvo que luchar contra el dios Helios, que le prestó su carro solar para que pudiera llegar a la isla.

Heracles llegó a Eritia y mató a Ortro con su maza. Luego, se enfrentó a Euritión y lo mató con una flecha. Finalmente, se encontró con Gerión y lo mató con tres flechas, una por cada cuerpo. Así, se apoderó del ganado y lo condujo hacia Micenas.

Pero el viaje de vuelta no fue fácil. Heracles tuvo que enfrentarse a varios obstáculos, como un gigante que le robó algunas vacas, un rey que le pidió una de ellas como tributo y un río que se negó a dejarlo pasar. Además, Hera envió una mosca que picó al ganado y lo dispersó. Heracles tuvo que recogerlo y llevarlo de nuevo al camino.

Después de muchas aventuras, Heracles logró llegar a Micenas y entregar el ganado a Euristeo, que lo sacrificó a Hera. Así, completó el décimo trabajo.

Robar las manzanas doradas del jardín de las Hespérides.

Euristeo le encargó a Heracles que le trajera las Manzanas Doradas, unos frutos que otorgaban la inmortalidad y que crecían en el Jardín de las Hespérides. Este jardín era un lugar sagrado, situado en los confines del mundo, donde las hijas de Atlas cuidaban de las manzanas. El jardín también estaba protegido por un dragón de cien cabezas llamado Ladón.

Heracles no sabía dónde estaba el jardín, así que tuvo que buscarlo durante mucho tiempo. En su búsqueda, se encontró con varias criaturas y personajes, como el dios Nereo, al que obligó a revelarle el camino; el gigante Anteo, al que mató al levantarlo del suelo; y el dios Baco, que le dio un consejo.

Heracles llegó al monte Atlas, donde el titán Atlas sostenía el cielo sobre sus hombros. Heracles le pidió que le consiguiera las manzanas, a cambio de cargar él con el cielo. Atlas aceptó y fue al jardín, donde engañó a las Hespérides y cogió las manzanas. Luego, volvió al monte y le dijo a Heracles que se las llevara él mismo a Euristeo, mientras él se quedaba con el cielo.

Heracles se dio cuenta de que Atlas quería librarse de su castigo y le propuso que le sostuviera el cielo un momento, mientras él se ponía un cojín en la espalda. Atlas accedió y dejó las manzanas en el suelo. Heracles tomó las manzanas y se marchó, dejando a Atlas con el cielo.

Heracles regresó a Micenas y le entregó las manzanas a Euristeo, que las guardó en una caja. Así, completó el undécimo trabajo.

Raptar al perro de Hades Cerbero.

¿Te imaginas tener que enfrentarte a un perro de tres cabezas, con una serpiente por cola y garras de león? Pues eso es lo que tuvo que hacer Heracles en su duodécimo y último trabajo, el más difícil de todos. Su misión era raptar a Cerbero, el guardián del inframundo, y traerlo a la superficie.

Para lograrlo, Heracles tuvo que descender al reino de los muertos, donde se encontró con varios personajes y situaciones. Allí, liberó a Teseo, que había quedado atrapado en una roca por intentar raptar a Perséfone. También se enfrentó a las almas de los centauros, que le atacaron con sus flechas. Y se encontró con su amigo Pirítoo, que había sido condenado a ser devorado por el perro.

Heracles llegó hasta el trono de Hades y le pidió permiso para llevarse a Cerbero. El dios del inframundo aceptó, con la condición de que lo hiciera sin usar armas. Heracles se armó de valor y se lanzó sobre el perro. Con sus manos, sujetó las tres cabezas y las estranguló. Cerbero se resistió y le mordió la pierna, pero Heracles no se rindió. Finalmente, logró someterlo y lo arrastró hasta la salida.

Heracles emergió del inframundo con Cerbero y lo llevó hasta Euristeo, que se asustó al verlo. El rey le rogó que devolviera el perro a su lugar y le dio por terminados los trabajos. Así, Heracles cumplió con su destino y se ganó la gloria.

Estos Doce Trabajos son un testimonio de la fuerza, la valentía y la astucia de Heracles. A través de ellos, Heracles se convirtió en un símbolo de heroísmo y perseverancia, y su historia continúa inspirando a las personas hasta el día de hoy

Influencia de Hércules en la Sociedad Griega Antigua

En la antigua Grecia, Heracles era venerado como un dios y un héroe. Su imagen era común en la cerámica y el arte, y se le rendían homenajes y festivales.

Los atletas consideraban a Heracles su patrón debido a su fuerza y resistencia, e invocaban su nombre para obtener protección y victoria en los conflictos.

Su historia también servía como una poderosa narración moral, que enseñaba sobre la superación de los desafíos y la búsqueda del honor y la gloria.

Relevancia de Hércules en la Cultura Moderna

La figura de Heracles ha perdurado en la cultura moderna. Es un personaje recurrente en la literatura, el cine y la televisión, y su historia ha sido adaptada y reinterpretada de innumerables maneras.

Desde la popular serie de televisión «Hércules: Los Viajes Legendarios» hasta la película de Disney «Hércules», la fascinación por este héroe griego perdura.

Además, su nombre se usa comúnmente para denotar fuerza y resistencia, y su historia sigue siendo una fuente de inspiración para muchos.

Heracles y el Centauro Neso

Heracles, conocido también como Hércules, es un héroe famoso de la mitología griega. El Centauro Neso, solía transportar personas a través del río Eveno. Un día, mientras transportaba a Deyanira, la tercera esposa de Heracles, Neso intentó violarla. Heracles, al ver esto, disparó una flecha envenenada a Neso. Antes de morir, Neso engañó a Deyanira diciéndole que guardara su sangre como un filtro de amor para Heracles.

Más tarde, cuando Heracles abandonó a Deyanira por Yola, ella, desesperada, le envió a Heracles su túnica empapada con la sangre de Neso, esperando recuperar su amor. Pero cuando Heracles se puso la túnica, el veneno lo quemó vivo. Deyanira, devastada y llena de remordimiento, se quitó la vida.

Este episodio trágico ha inspirado muchas obras de arte a lo largo de la historia. Un ejemplo notable es una escultura de mármol realizada en 1599 por el artista flamenco Juan de Bolonia, que se encuentra en la Loggia dei Lanzi en Florencia, Italia. La obra representa a Heracles luchando contra Neso, simbolizando la eterna batalla entre el bien y el mal.

¿Cuál es la distinción entre Hércules y Heracles?

Hércules es la interpretación romana del héroe griego Heracles. Su nombre en griego significa “la gloria de Hera”. Este personaje mitológico nace de la relación adúltera de Zeus, el rey de los dioses, que desató la ira de Hera, su esposa. Zeus engendró a Heracles en Alcmena, una mortal, mientras se hacía pasar por su esposo, Anfitrión.

En la mitología romana, Heracles se transforma en Hércules, pero mantiene muchas de las características y hazañas de su contraparte griega. Ambos son famosos por su fuerza sobrehumana y por sus Doce Trabajos, una serie de tareas aparentemente imposibles que realizan como castigo por matar a sus propios hijos en un arranque de locura, instigado por la vengativa Hera.

A pesar de sus similitudes, existen diferencias sutiles en cómo cada cultura percibe a estos héroes.

Visto por los griegos como un héroe trágico, a menudo ensombrecía sus logros con su temperamento violento y su susceptibilidad a ser engañado.

Por otro lado, los romanos veían a Hércules de una manera más positiva, enfocándose en su fuerza y coraje, y a menudo lo asociaban con la protección y la buena fortuna.

En resumen, aunque Hércules y Heracles comparten muchas similitudes debido a sus raíces comunes, la interpretación y percepción de estos personajes varía entre la mitología griega y romana.

Conclusión

En resumen, con su fuerza sobrehumana y su capacidad para superar desafíos aparentemente imposibles, es uno de los héroes más icónicos de la mitología griega.

Su historia, que ha sido contada y recontada a través de generaciones, ha dejado una marca indeleble en la cultura, tanto antigua como moderna, y su legado perdura hasta el día de hoy.

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